La Luna, tiene gran influencia con el elemento agua. Este elemento primordial, es el registro de las memorias del pasado, ya que es el elemento más maleable con la capacidad de registrar información. Por esto, es que también la Luna se conecta a la capacidad de purificación, por medio de las lágrimas, el sudor y el agua en general, podemos sanar al cuerpo, a la mente y a las emociones.
La Luna, es un astro con características femeninas, ya que el agua se asocia al principio Yin, por ende, al querer cultivar las cualidades imaginativas, románticas, sentimientos nobles, empatía, el estado de relajación y regeneración, se hace importante conectar con las energías de la Luna; Para que ella nos enseñe sobre la mágica esencia que abraza la cualidad femenina.
Vemos a través de los tiempos como la magistral madre Luna tiene la capacidad de dotar de inspiración a los poetas, de sensualidad a los amantes, de compañía a aquellos que en soledad de desahogan en las noches nocturnas.
Para la astrología védica, la Luna representa la verdadera esencia de nuestros patrones psicológicos y de personalidad. Ya que la Luna es un astro reflexivo de las energías del cosmos. Su función principal es imprimirnos, como una huella digital, el patrón cósmico que había en los cielos al momento de nuestro nacimiento. Por ende, nuestra percepción de la vida será de acuerdo a cómo era ese patrón al momento de nuestro nacimiento.
Al mismo tiempo, La luna es un astro cambiante, todos los días refleja un estado diferente, ella nos recuerda la dualidad, la vulnerabilidad de la dimensión mental y emocional. Meditar en estos cambios nos ayuda a entender nuestros propios ciclos cambiantes.
En ese sentido, la Luna menguante, que es la Luna que se va oscureciendo, hasta llegar a la Luna nueva, o la noche sin luna, es la fase ideal para ser más introspectivos, recogernos, meditar, teorizar nuestras ideas para luego llevarlas a cabo en la Luna creciente. La luna menguante nos recuerda que es válido soltar, descansar, que es válido hacer silencio, recogernos, permitirnos reflexionar y tomarnos un tiempo. La Luna creciente es el momento de la acción, de poner en marcha todas esas ideas que fueron plasmadas en forma de boceto en la luna menguante. La luna creciente es para ser extrovertidos, disfrutar del mundo exterior y saber que es parte de la naturaleza humana el querer explorar la realidad sensorial.
La Luna, al conectarse con todas las formas líquidas, se conecta a la Leche de la madre, por esto, se asocia a la capacidad de nutrir. En ese sentido, todas las noches ella nos recuerda cómo nos estamos nutriendo a nosotros mismos, a nivel físico, mental y emocional.
Por último, la gran plateada, al controlar las mareas, nos recuerda qué tanto estamos fluyendo con la vida, si nos estamos resistiendo o si ya hemos aprendido a navegar, dentro del ritmo cósmico donde comprendemos, que todo momento es perfecto y es justo lo que tiene que ser.
Namasté.
Escrito por Claudia Peña David ©
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